miércoles, 13 de abril de 2016

El Bohío de Pepe Rodríguez (Masterchef)

Últimamente, cada vez que queremos hacer una escapada, nos cuesta una barbaridad encontrar mesa. No solo reservando a última hora (entendiendo como "última hora" la misma semana) sino que para este fin de semana pasado fueron varias las opciones barajadas con hasta 5 semanas de anticipación y varios sitios donde nos quedamos en lista de espera, pero al final, conseguimos, con un par de días de antelación, mesa en El Bohío. Al estar en Illescas, aprovechamos para quedarnos a dormir allí y poder así maridar cómodamente la cena.

Del pueblo vimos únicamente el camino del hotel al restaurante y no sé si había mucho más que ver, pero lo que sí que puedo decir es que solo por ir a El Bohío, Illescas bien merece la pena.

Íbamos sin mucha expectativa, sin tener ni idea de qué nos encontraríamos. Por lo poco que habíamos visto y las referencias que hacía el archiconocido chef, Pepe Rodríguez, en el programa de Masterchef, esperábamos un menú clásico, de comer con cucharón, en un local tipo mesón, con decoración antigua. Pero nada más lejos de la realidad. Según llegamos, la primera sorpresa: ahí estaba el mediático cocinero a la puerta del restaurante, un sábado a las 10 de la noche. No lo esperábamos ni por asomo, la verdad. Nos acompañan al piso superior y hay una amplia estancia, espaciosa, en tonos oscuros y con mesas grandes. Decoración minimalista, muy agradable.

 Nos trajeron la carta y los snacks a la vez. Había tres opciones a elegir:

- Menú del día: incluye los snacks de bienvenida, un par de entrantes, un plato principal a elegir y postre (40 €)
- Menú de temporada: snacks de bienvenida, dos entrantes, un pescado, una carne y dos postres (65 €)
- Menú degustación: incluye "avalancha de snacks de un solo bocado" (8, ni más ni menos), otros 8 platos degustación y tres postres (105 €)

Al ser una cena y haber comido copiosamente, decidimos elegir el menú de temporada "Primavera" (que para eso estamos en abril). Con el menú elegido y los snacks en la mesa, pedimos la carta de vinos. Vino el somelier con la carta, que nunca vimos. Nos ofreció un vino de la tierra. Le indicamos nuestra preferencia por los espumosos así que nos propuso probar un champagne muy suave, Barrat Masson. Sin opción a ver la carta, decidimos dejarnos aconsejar y fue buena elección.

El menú elegido estaba compuesto por:

Snacks:
- Crujiente de cerdo: una laminita milimétrica de sabrosa corteza de cerdo
- Ensaladilla rusa con merengue: tradicional ensaladilla, pero de las ricas.


- Cremoso de queso con crujiente y aceituna. Estaba servido cuando dijimos que no nos gustaba el queso. Sin reparo alguno, nos recogieron la tapa y nos la cambiaron por Piedra de sésamo (el sustituto del queso): curiosísimo. Apariencia de una piedra pómez con una textura fabulosa y riquísimo. La perfecta puerta de entrada para el resto de platos que nos íbamos a encontrar.

Entrantes:
- Crema de coliflor, arenque y maíz tostado: estupenda mezcla de texturas y sabores. El crujiente del maíz con la coliflor y el arenque... nunca lo habría imaginado, pero muy sorprendente.

- La pelota del cocido con tomate y fideos: un sabor clásico con sabores a cocido pero que no fui capaz de reconocer al 100%... pero ojo, esto no tiene por qué ser malo.

Platos principales:
- Pez limón, ensalada de aguacate y pomelo: cuatro trozos generosos de pescado. Tuve una suerte un poco regular con este plato. Dos de los trozos se habían quedado un pelín crudos y no estaban todo lo ricos que deberían. Eso sí, los dos trozos que estaban en su punto estaban in-cre-í-bles.
- Presa ibérica: Tuvieron un problema en la cocina y para que no tuviéramos que esperar demasiado, nos la sirvieron en dos veces, dos medias raciones, con el detalle de tener una guarnición diferente en cada plato. Ya que tuvieron este detalle, destacaría la guarnición de ajo negro. Pero lo realmente importante del plato, la presa, estaba fabulosa. En su punto, con una salsa tipo glaseado que era increíble. Diría que era el mejor plato si a estas alturas de la cena no lo hubiera pensado ya otras dos veces, jeje.
 

Postres:
- Fruta de la pasión, praliné y sal de kikos: Sí, sí, sí. Otro plato redondo, con acertadísima combinación del ácido, dulce y salado. Perfecto.

- Coco, caramelo y sésamo: pufff... con el postre anterior, ¿atreverse a poner después un postre de tres ingredientes tan raros como estos? pues sí, vuelve a acertar. Otra vez la crema y los crujiente aciertan en un postre bonito y sabroso.

Acabamos la cena con unos petit fours de café y chocolate, un estupendo remate a una fabulosa cena.

Pese a elegir los menús que a priori no eran muy caros, el IVA no está incluido, el pan (muy bueno, en modo degustación, a 3,50 €/pax, anunciado en la carta), el champagne a 55 €, el agua y un café, hizo que la cuenta ascendiera a casi 220 €.

El sitio es más que recomendable y la estrella michelín que ostenta, en este caso, está más que merecida.

4 comentarios:

  1. Gracias por compartir esta experiencia, me lo apunto.

    Saludos.

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  2. Me ha encantado el detalle de cambiaros el queso y sobre todo ¡que tuviesen un producto sustitutivo!, nunca había oído hablar de la piedra de sésamo pero habrá que investigar. Gracias por al info.

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    1. Pues la piedra de sésamo fue de lo mejor de la noche, una mezcla de mousse y bizcocho... no se como describirla pero fue espectacular!

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